Eran
las calles, era el asfalto el que nos llamaba y aunque el frío diezmaba las
ganas, el pecho estaba lleno.
Eran
las 4 de la madrugada pero qué importaba eso en el grito que le ladramos a la
luna como si fuese la última noche de nuestras vidas?
Éramos
héroes en nuestros corazones, héroes de una epopeya anónima, héroes de nuestro
propio cuento y con solo deseo, esperanzas y una bocanada de aire todo el mundo
fue nuestro.
El nuevo mundo, ese que no tiene más nada que
envidiar ni temer.
No
le debemos nada a nadie.
Tu
boca en la tormenta y mi fuego bajo la lluvia. Éramos los héroes de esa noche
sin fin, en ese mundo sin fin. Todo se adelantó a tu mirada y todo se resumió
en mi risa, la batalla estaba casi ganada. Vos sonreías como una margarita y en
mi pecho estallaba la primavera. La noche se hacía más oscura y nuestros
corazones se sumergieron.
La
batalla estaba casi ganada, la noche era nuestra.
Tus
manos y tus brazos y tus ojos, vos resplandecías. Tu cuerpo fosforescente y la
noche oscura, el cielo iluminado de la imaginación y la ferocidad con la que la
protegemos.
La
noche es nuestra, la batalla es nuestra, el mundo es nuestro.
El
palacio de la juventud a merced de la apología de las ganas en una noche
entintada de rojo carmesí y tus labios de rubí y yo que a tu ilusión me subí y
la noche se desnuda en amanecer detrás de mí.